En nuestro viaje por terras galegas, en enero de 2010, prácticamente recién empezado el año, hicimos una parada obligada en Cambados. Después de disfrutar de un atardecer dorado en su pequeño puerto pesquero, poblado por cientos de gaviotas, nos dirigimos a las ruinas de Santa Mariña do Dozo, en el monte de la Pastora.
La noche comenzaba a caer, tiñendo el cielo de azules y malvas que iban dando paso a una oscuridad que se hacía más sobrecogedora acompañada del silencio sepulcral que reinaba en el lugar.
Santa Mariña fue una iglesia gótica en sus tiempos de explendor, construida en el siglo XV sobre las ruinas de una ermita románica del siglo XII.
Cuando cayó en desuso, se deterioró en gran medida. Parte de sus muros cedieron, al igual que la techumbre, que dejó al descubierto sus majestuosos arcos.
Se conserva el altar mayor, con un cristo crucificado, la sacristia y cinco capillas laterales. Montones de tumbas y nichos siembran el interior de las ruinas , si bien lo que es el cementerio propiamente dicho se halla a la entrada y es lo primero que se atraviesa antes de entrar en la nave central de Santa Mariña.
Las sombras y la oscuridad iban ganando terreno. Habíamos sacado unas cuantas fotos del lugar, aisque decidimos que era hora de abandonar las ruinas.
Excusa obligada es volver allí, para sacar fotos a la luz del sol.
La noche comenzaba a caer, tiñendo el cielo de azules y malvas que iban dando paso a una oscuridad que se hacía más sobrecogedora acompañada del silencio sepulcral que reinaba en el lugar.
Santa Mariña fue una iglesia gótica en sus tiempos de explendor, construida en el siglo XV sobre las ruinas de una ermita románica del siglo XII.
Cuando cayó en desuso, se deterioró en gran medida. Parte de sus muros cedieron, al igual que la techumbre, que dejó al descubierto sus majestuosos arcos.
Se conserva el altar mayor, con un cristo crucificado, la sacristia y cinco capillas laterales. Montones de tumbas y nichos siembran el interior de las ruinas , si bien lo que es el cementerio propiamente dicho se halla a la entrada y es lo primero que se atraviesa antes de entrar en la nave central de Santa Mariña.
Las sombras y la oscuridad iban ganando terreno. Habíamos sacado unas cuantas fotos del lugar, aisque decidimos que era hora de abandonar las ruinas.
Excusa obligada es volver allí, para sacar fotos a la luz del sol.
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