La lluvia de los últimos días parece escampar, asique decidimos salir de ruta. Emprendemos camino a Guadalajara, hacia los pueblos de arquitectura negra. El Ocejón, con su cumbre nevada, nos acompaña durante el camino.
Llegamos al Espinar, un pequeñísimo pueblito de casas pequeñas de pizarra negra. Todas tienen en sus fachadas una cruz blanca, como símbolo de protección. Dejamos el coche en un prado que hace de campo de futbol, a las afueras del pueblo y comenzamos el camino que nos llevará hasta las magníficas pozas del Aljibe. Atravesamos una cancela que da acceso a una majada donde pastan un montón de toros. Cruzamos entre ellos, y alcanzamos el camino, un tanto embarrado por las lluvias pasadas. Llegamos a una bifurcación, donde unos hitos de piedra nos indican el camino que debemos tomar. Cogemos el de la derecha y continuamos hasta una segunda bifurcación, en la que volveremos a coger el ramal de la derecha, por donde seguiremos entre jaras, bajando una pendiente bastante acusada, que termina en la orilla del arroyo del Soto. Aquí, continuamos un pequeño trecho por la izquierda, y trepamos por unas rocas, q ue nos llevarán a un repecho desde donde podemos contemplar el fabuloso espectáculo del agua cayendo en dos hermosos saltos consecutivos, el primero de dos metros y el segundo de unos diez metros de altura. La paz que aquí se respira es absoluta, y disfrutamos de unos bocatas mientras escuchamos el sonido del agua saltando y corriendo velozmente corriente abajo. El cielo comienza a amenazar tormenta, asi que decidimos emprender camino de vuelta. © MayteVidal
Llegamos al Espinar, un pequeñísimo pueblito de casas pequeñas de pizarra negra. Todas tienen en sus fachadas una cruz blanca, como símbolo de protección. Dejamos el coche en un prado que hace de campo de futbol, a las afueras del pueblo y comenzamos el camino que nos llevará hasta las magníficas pozas del Aljibe. Atravesamos una cancela que da acceso a una majada donde pastan un montón de toros. Cruzamos entre ellos, y alcanzamos el camino, un tanto embarrado por las lluvias pasadas. Llegamos a una bifurcación, donde unos hitos de piedra nos indican el camino que debemos tomar. Cogemos el de la derecha y continuamos hasta una segunda bifurcación, en la que volveremos a coger el ramal de la derecha, por donde seguiremos entre jaras, bajando una pendiente bastante acusada, que termina en la orilla del arroyo del Soto. Aquí, continuamos un pequeño trecho por la izquierda, y trepamos por unas rocas, q ue nos llevarán a un repecho desde donde podemos contemplar el fabuloso espectáculo del agua cayendo en dos hermosos saltos consecutivos, el primero de dos metros y el segundo de unos diez metros de altura. La paz que aquí se respira es absoluta, y disfrutamos de unos bocatas mientras escuchamos el sonido del agua saltando y corriendo velozmente corriente abajo. El cielo comienza a amenazar tormenta, asi que decidimos emprender camino de vuelta. © MayteVidal
bellas imagenes de la naturaleza-.
ResponderEliminarSaludos
Así es la naturaleza, llena de belleza que muchas veces no sabemos apreciar.
ResponderEliminarUn abrazo, Pizarro
Hermosas imágenes que han despertado mi nostalgia... mis recuerdos de estos parajes se pierden en el olvido.
ResponderEliminarSaludos
Una serie con una fotos muy bonitas, llenas de luz y color, una naturaleza exultante.
ResponderEliminarSaludos.-
Gracias por la visita, Franki y Enrique.
ResponderEliminarEsta primavera está llenando los cielos con una luz y unas nubes espectaculares que no se pueden desaprovechar.
Franki, no dejes que el olvido se lleve los recuerdos. Mantenlos vivos :)
Un abrazo a ambos
Mayte, me has emocionado con tus preciosas imagenes. Sabes, aún no conozco esos pueblos ni he subido al Ocejón. Espero hacerlo. Disfrutar como tu lo has hecho.
ResponderEliminarUn beso,
Luis.
Luis, cuando conozcas los pueblos negros, te encantarán. Están llenos de encanto.
ResponderEliminarSeguro que disfrutarás un montón!
Abrazos!