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miércoles, 24 de diciembre de 2008

Pedraza

Pedraza es una pequeña villa, situada en el piedemonte segoviano. Fué declarada Conjunto Monumental en 1951, y posee varios premios, como el premio "C" de Turismo de Castilla y León, y el premio Europa Nostra.

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Para entrar en Pedraza, hay que cruzar la puerta en la muralla. Junto a ella se encuentra la cárcel de la Villa.

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El paseo por sus calles adoquinadas, tranquilas y llenas de encanto añejo, se convierte en una delicia.

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La plaza es el lugar que reúne más gentío.

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Un antiquísmo reloj ve pasar el tiempo desde el tejado del ayuntamiento, al lado de la iglesia de San Juan.

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Numerosos restaurantes dejan escapar el aroma de sus asados, aquí y allá.
Por una de las calles, más ancha que el resto, abandonamos el pueblo, dejando atrás sus casas, su plaza, su iglesia... en dirección al castillo.

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Cruzamos unos pequeños prados, dejamos atrás la iglesia de Santa María, y ante nosotros se levanta, perfectamente conservado y majestuoso, el castillo de Pedraza.

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Hacemos una parada aquí, junto a sus muros cargados de historia. Aquí estuvieron prisioneros los hijos del rey Francisco I de Francia entre 1525 y 1529. Fué también residencia de los duques de Frías, Condestables de Castilla, y en 1926, el pintor Ignacio Zuloaga, lo adquirió, restaurando una de sus torres, donde instaló su taller, y pintó sus cuadros de paisajes y retratos de gentes de Pedraza.

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Fuera de sus murallas nos encontramos con un acueducto, que llega hasta un pequeño monasterio. Al fondo, alejado de la Villa, se encuentra el cementerio, Un via crucis lleva hasta él, marcando el camino.

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© 2007-2008 MayteVidal

lunes, 17 de noviembre de 2008

Playas de Ribadeo

Para comenzar la ruta de las Playas, salimos de Ribadeo, tomando la N-634, en dirección La Coruña. A unos 7 Km, nos desviamos por la LU-141, hacia Rinlo.
Desde Rinlo, las playas de Ribadeo conforman un espacio natural protegido, catalogado como ''RED NATURA''

Desde la Illa Pancha, en el este, hasta el límite con el municipio de Barreiros, en el oeste, el litoral ribadense se convierte en un sinfín de entrantes y salientes.

Entre los primeros, predominan las playas recogidas, como las de Rocas Blancas, Xuncos, Las Islas, Los Castros y Esteiro, o pequeñas ensenadas rocosas, como Insua, Arnela, Coedo, Areosa, entre otras, muchas veces cubiertas por cantos redondeados y que pueden pasar desapercibidas si no nos acercamos lo suficiente al borde del mar.

Entre los segundos, destacan numerosos salientes que se incrustan en el mar, como Punta Corveira, o Punta das Covas.

Un ejemplo único es la playa de Augasantas, conocida popularmente como Playa de las Catedrales.

Todo el paseo por la ruta de las playas transcurre entre flores y el verde de los prados que se asoman al mar.

RINLO

Según cuentan los más ancianos del lugar, Rinlo es un pueblo con más de 500 años de historia, y tiene sus origenes como puerto ballenero.

Hoy es un pequeño y pintoresco puerto pesquero y posee la segunda Cofradia de Pescadores más antigua de España.

Es conocido popularmente como el lugar donde se crian los mejores percebes, langostas, bogavantes y centollos de toda la costa cantábrica.




XUNCOS
Siguiendo la costa, entre prados de un verde eléctrico, salpicados de flores, en un agradable paseo que, bien puede hacerse andando, mientras nos impregnamos de la suave brisa marina y su olor tan característico, bien en bici, o bien, para los que quieren hacer el recorrido más rápidamente, en coche, llegamos a la pequeña playa de Xuncos, de aspecto rocoso y abrupto acantilado, con una arena fina y blanca.
A partir de aqui, las playas están mas cerca unas de otras.

LOS CASTROS Y LAS ISLAS

La siguiente playa con la que nos encontramos es la playa de Los Castros, que junto a la de Las Catedrales es, sin duda una de las playas más emblemáticas de Ribadeo.


El verde de los prados y el azul del mar enmarcan esta playa, en la cual se bañaban hace dos mil años los antepasados lucenses.

Posee la Bandera Azul de la CEE desde 1997, y podemos considerarla dividida en dos: la occidental de "As Illas" y la propiamente denominada "Os Castros", ambas comunicadas durante las bajamares.

Para acceder a ella, hay que bajar un buen trecho de escalones, y atravesar un pasadizo rocoso, producto de la erosión del viento y el mar.



ESTEIRO

Seguimos el camino en dirección oeste, y llegamos a la playa de Esteiro, una pequeña y abrigada cala muy protegida del oleaje.

Tiene forma de ensenada, oleaje moderado, y arena blanca.

El entorno está sin urbanizar, y cuenta con extensas praderas cercanas y con la típica población faunística de litoral. Se sitúa en la ensenada de Cadramón, entre las playas de As Catedrais y As Illas. Muy recomendable para el baño de los más pequeños, ya que en bajamar se forma una pequeña laguna en la que pueden disfrutar del baño sin ningún peligro.

LAS CATEDRALES


Por último, llegamos a la playa más mítica de Ribadeo, Las Catedrales, antiguamente llamada ''Augasantas''.

Ésta es una playa destinada a la visita y el paseo. En las formas de sus rocas, esconde una belleza extraordinaria.


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Los arcos, pórticos y pasadizos de más de 30 m de altura, formados por el viento y el mar, se asemejan a los arbotantes de las catedrales, de ahí su actual nombre.
Está declarada Monumento natural por la Consellería de Medio Ambiente de la Xunta de Galicia. Realmente lo destacable de la playa son sus acantilados, que solo pueden apreciarse adecuadamente durante la marea baja. Durante la marea alta la playa es relativamente pequeña, de fina arena y adecuada para el baño, pero no se aprecian los acantilados, ni tampoco desde la parte superior de los mismos. Sin embargo, la marea baja nos da acceso a un largo arenal por el que podemos pasear y ver las caprichosas formas que la erosión ha esculpido en la pared rocosa . Posee la Bandera Azul de la CEE desde 1997 . De arenas suaves y claras, con muy poca pendiente, debe ser visitada en bajamar, ya que al subir la marea queda rápìdamente cubierta por el agua.
En todas las playas hay restaurantes para comer mientras obsevamos el vaivén de las olas chocando contra los muros de pizarra.


El lugar dónde yo comí fue en Rinlo, antes de empezar la ruta, en el Hotel-Restaurante ''La Villa'', donde se come fenomenalmente bien y a buen precio. El pulpo ''a feira'', exquisito, los chuletones, con muy buena pinta, y el ribeiro.... simplemente buenísimo.

Es una antigua casa del lugar, restaurada y decorada con estilo rústico, bien integrada en el paisaje de la costa lucense.
© MayteVidal @2008

martes, 28 de octubre de 2008

Chinchón


Pueblo pintoresco al sur de la provincia de Madrid. Famoso por su plaza, que conserva su estilo tradicional, y donde los numerosos restaurantes montan sus 'terrazas' para servir los asados y demás manjares a los turistas y visitantes que se dejan caer por alli.
El dia que visitamos Chinchón, 1 de noviembre, hacia un sol espléndido. Mas bien parecia un dia de primavera que de otoño.
Habia querido ir a Chinchón hacia ya unos cuantos años, y no lo habiamos hecho. Pero ese dia, realmente no me apetecia ir nada en absoluto. Aún asi, me dispuse a disfrutar el dia lo más que pudiera.
Comimos en un paraje rodeado de pinos, con unas vistas fantasticas. A la derecha, el pueblo, a la izquierda, el castillo de Chinchón, en ruinas y cerrado por sus actuales propietarios.
Después de comer, paseamos por el pueblo. La plaza es el centro neurálgico del pueblo, tan llena de gente, y con todos los balcones mirando al centro de la plaza,donde hay una gran fuente con el escudo del pueblo, y donde antiguamente se llenaban los cántaros de agua para abastecer las casas. Una carabana de burritos hacia las delicias de los niños
De la plaza salen las calles, sinuosas, estrechas, empinadas, con muchos recovecos.
Infinidad de pastelerias tradicionales abren sus puertas aqui y allá, dejando escapar el agradable olor a pan recien hecho y a bollos típicos anisados
Una de las puertas que se abre en la plaza conduce a lo que antiguamente era el lavadero,. Hoy es simplemente una alberca, llena de agua, donde se reflejanlos murales pintados en la pared con los productos tipicos de la tierra. Alli se encuentra la oficina de turismo, tras una cascada de verdes hojas de hiedra.
Subimos por una calle empinada, que conducia a las cuevas del murciélago, que no llegamos a visitar.Otro dia lo haremos, y asi hay una excusa para volver. Terminaba la calle en la parte trasera de la iglesia, peculiar por tener el campanario separado unos metros en frente de ella. Iglesia y torre del reloj se encuentran en la parte alta de la muralla.

Desde alli, un mar de tejados y chimeneas humeantes se extendia ante nosotros.
El aire limpio y el cielo claro acompañaban al sosiego que desde alli se respiraba, mientras en la plaza, verdadero corazon, el bullicio de la gente afloraba como en un dia de fiesta.

Copyright©2007-2008 MayteVidal

viernes, 12 de septiembre de 2008

Un día en Salisbury

Empezamos la excursión hacia Salisbury, con una mañana lluviosa y un tanto gris. De vez en cuando el sol asomaba tímidamente, pero el fuerte viento arrastraba grandes nubes que lo volvían a cubrir, tornando el cielo de nuevo en tonos plomizos.
Tras atravesar parte de la ciudad nueva, llegamos al núcleo de Salisbury. La auténtica Salisbury de la Edad Media, conservada perfectamente como entonces.


Tras atravesar su muralla de ladrillos que respiraban historia por todos sus poros, entramos en el interior de la ciudad amurallada.

Aquí dentro, el tiempo parece haberse detenido. Aunque alguna casa ha sido remodelada y muestra algo más de modernidad. Pero la tónica general es de muros y casas con sus jardines como estaban hace unos siglos.
Una fachada nos muestra, orgullosa este reloj de sol y astronómico.


Data de 1749, y luce, orgulloso sus tonos azules y dorados.






Caminando unos pasos más, encontramos a la izquierda, en el sentido de la marcha, camino hacia la catedral, una casa, cuya puerta luce este singular picaporte. Al lado, una placa nos informa que allí impartió clases el novelista y ganador de un premio nobel, William Goldwing (''El señor de las moscas'').

















Seguimos el paseo por las calles empedradas y encontramos los típicos indicadores. Postes llenos de carteles que señalan difenrentes direcciones, según al lugar al que queramos ir.




Sobre una gran pradera verde, de césped cuidado, rodeado de árboles que empiezan a llenar sus frágiles ramas de pequeños y tiernos brotes, y bordeado por un pequeño muro, construido con piedras que desprenden antigüedad e historia, se levantan algunas farolas, que bordean el camino que conduce a la majestuosa catedral de Salisbury, verdadero orgullo de la ciudad.

Por el camino, vamos dejando atrás las típicas casas inglesas, con sus ladrillos antiguos y sus ventanas y miradores de color blanco, que resaltan en las fachadas rojizas.











A la derecha, en el sentido de la marcha, encontramos una iglesia, algo parecida a una catedral pequeña, Con su torre y fachada construida con piedras, colocadas unas sobre otras. y con su tejado rojo, contrastando visiblemente.
Por fin, ante nosotros se levanta, grandiosa la catedral de Salisbury.
Destaca su torre, enorme.
Tiene algo místico, y el fuerte viento que nos azota mientras caminamos hacia ella, le da, si cabe, un aire más misterioso. Parece que en cualquier momento saldrá un jinete con su capa ondeando al viento hacia nosotros.


El pórtico y toda la fachada están tallados con figuras de cardenales, y figuras relevantes de la religión protestante, que fundaron e hicieron posible la construcción de tan grandioso templo.






En el interior de la catedral, destaca el claustro, famoso por ser el de mayor tamaño de todas las catedrales existentes en Inglaterra, además del mejor conservado. Desde él se puede apreciar una perspectiva de la torre y su aguja.

Alrededor del claustro, en las paredes que lo enfrentan, se encuentran numerosas cruces y placas, recordando los fallecidos y enterrados en ese lugar. Hay montones de personajes ilustres, soldados, y tambien, por supuesto, monjes, abades, y religiosos que moraron esos lugares.


Realmente el claustro es de una belleza singular, y evoca tiempos pasados, con sus piedras llenas de musgo e historia.

























En el centro, dos grandes árboles se levantan, majestuosos y entonan su melodía al compás del viento que azota sus ramas.














Terminada la visita a la catedral deSalisbury, salimos de la ciudad amurallada, y atravesando sus calles claras, nos dirigimos a una posada que se conserva como hace unos siglos, cuando fue levantada para deleite del paladar.

El interior era oscuro. Un fuego en una chimenea muy antigua, hacía danzar sus llamas, creando una atmósfera hipnotizante.









La taberna donde comimos conserva todo el aroma de tiempos pasados.






Las calles de Salisbury, fuera de las murallas,

conservan

perfectamente

las casas tal como se construyeron hace siglos.

Casas típicas, como salidas de un cuento, miran la vida pasar a través de los siglos.

Después de la comida, típica de la zona, nos dirigimos de nuevo al autobús, que nos llevaría camino al círculo mágico más famoso del planeta: Stonehenge
Copyright© Mayte Vidal@2008