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domingo, 24 de enero de 2010

Gulpiyuri, una delicia llena de encanto.

Entre prados verdes, pequeña, escondida, coqueta, íntima...se encuentra una delicia de playa. Gulpiyuri.
Curioso y mágico nombre que significa "Círculo de agua"

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El acceso se hace un tanto complicado, no por lo difícil de llegar a ella, sino por el lugar donde se encuentra.
Tras equivocar el camino, conseguimos llegar a él, desde la playa de San Antolín.
Era un camino estrecho, de tierra, que se abría entre zarzas, a unos prados verdes, donde un labriego cortaba con su guadaña la alfalfa que, seguramente, ofrecería a los animales de su corral.
Frente al cartel que declara a Gulpiyuri Monumento Natural, una araña tejía su red, ajena a los caminantes que se acercan hasta alí para admirar la belleza de Gulpiyuri.

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A nuestra derecha se levantaban, orgullosas, pequeñas plantaciones de maiz. Y después, solo verde y más verde de los extensos prados.
En la distancia, podíamos escuchar el lamento del mar, al chocar sus frías aguas norteñas contra las rocas de los acantilados. Y el sabor a sal que nos cubría, impulsado por la brisa, formando en nuestra piel una fina película llena de frescor.
Buscábamos con mirada ansiosa el punto donde la pequeña playa aparecería ante nosotros.

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De pronto, unas rocas, blanquecinas nos señalan lo que buscamos.
La emoción se apodera de mi.
Desde que supe de su existencia, era una idea fija el llegar hasta ella.
La visión de la pequeña playa llenaba de alegría mi corazón.
Allí estaba, dentro de un agujero en la tierra, provocado por el hundimiento de una cueva, mostrando sus claras aguas que entraban por los túneles que el mar fué forjando en la roca caliza.
El silencio que abraza solo se rompe por el rítmico sonar del agua acariciando la fina y blanca arena.
Y siento dentro de mi que es un lugar encantador, lleno de magia, que hay que proteger de la llegada masiva de visitantes.
Gulpiyuri se llena y se vacía al compás de las mareas, sin perder la magia y el encanto que significa su nombre.

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El agua que la marea alta impulsa, entra por los túneles de las rocas

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Al borde del acantilado, y detrás Gulpiyuri

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Pasamos un rato allí, haciendo fotos.
Llegamos hasta los acantilados, y volvemos a Gulpiyuri.
Es hora de irse.
No quiero abandonar el lugar. Allí me siento bien.
Hay mucha paz, mucha tranquilidad y mucha magia.
Me gustaría quedarme allí para siempre, pero hay que volver a casa.
Aún nos queda un largo viaje hasta Madrid.
© MayteVidal photography